Por: Eduardo Lastra D. (*)
Con mucho sacrificio económico, papa y mamá, habían ahorrado para que en esa Navidad hubiera en la cena un hermoso y apetitoso pavo. Imaginaban la alegría de sus cuatro hijos saboreando el delicioso y jugoso pavo, que sería un buen ingrediente del clima navideño, que siempre lo consideramos lleno de paz y amor.
A medida que avanzaba la tarde, y el ajetreo en la cocina se hacía más frenético, gracias al entusiasmo de la mamá, también el resto de la familia se contagiaba de la expectativa favorable por lo que sería ese encuentro alrededor del representativo animal, el pavo.
La familia había programado cenar temprano, a eso de las 10 de la noche, para tener una agradable y muy familiar sobremesa, que culminaría con la entrega de los regalos, que dentro de sus vistosos envoltorios, ya adornaban al pie del arbolito, que por décimo año se veía imponente con su verde algo descolorido, pero con muchos adornitos a cuestas.
Faltando algunos minutos para la hora acordada de sentarse a la mesa, llegaron dos de los hijos que acababan de hacer sus compras en un concurrido mall, colocaron sus respectivos regalos junto a los demás y en voz alta dijeron: “!A comer!”.
La mesa lucía verdaderamente linda, y el pavo al centro impresionante; pero mejor aún provocativo. El papá, tendría la honrosa tarea de cortar el pavo y servir a cada quien su correspondiente “presa”, para que lo disfruten y la pasen bien. El jefe de la casa de puso en pie, empuño el cuchillo con una mano y el gran tenedor con la otra, y se preparaba para dar el gran primer corte, cuando casi al unísono, sus cuatro hijos reclamaron: ¡yo quiero la pierna!.
Volvamos por un momento a la realidad que estamos narrando. Hay seis comensales, cuatro de ellos quieren cada uno “su pierna de pavo”. Pero, hasta donde sabemos esta ave solamente tiene dos piernas. ¿Cuál es la solución?
La posibles opciones de salir de este impasse pueden ser: Que papá como repartidor oficial diga a quien le toca cada porción y por lo tanto las disputadas piernas. A cada hijo le podría corresponder media pierna. Las piernas podrían ser para los papás y los hijos a mirar se ha dicho. Si se apela a la suerte, ella diría a quiénes les tocaría las piernas. Pero, como dicen los jueces. “las sentencias favorecen a unos y perjudican a otros, no pueden contentar a todas las partes”.
La anécdota nos recuerda que las pujas distributivas, la lucha por los intereses y antojos particulares, para que sean resueltas de manera justa y armoniosa, es decir civilizadamente, requieren de una alta dosis de solidaridad y de desprendimiento.
Vemos situaciones donde a pesar de las carencias materiales, es perfectamente vivible un ambiente de confraternidad, de comprensión y de compartir lo poco que se puede tener. Y esto no sólo tiene que ser en Navidad, sino todos los días de la vida. Hacerlo realidad, donde nos toque estar, es el gran desafío de la humanidad.
¡Feliz Navidad!
(*) Presidente de ILADE y Director de Mundo MyPE
elastra@mundomype.com
Cel: 9.9617.8473
2009/12/16
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