Tantas arengas, tantas campañas, tantas promesas de luchar para acabar con la corrupción. Y ... lamentablemente ¡nada cambia y todo parece empeorar!.
Según el dicho: Los males florecen porque los buenos no hacemos nada para evitarlo. Aunque en el caso de la corrupción generalizada, no estoy seguro si somos tan buenos, que podamos tirar la primera piedra.
Tal vez todos estamos siendo complices de los actos de corrupción y muchas veces, lamentablemente, actores principales.
Sería bueno recordar que si queremos que los demás cambien, cada uno de nosotros tenemos que mejorar primer. Si queremos que los demás cambien, tenemos que mejorar cada uno de nosotros en primer lugar.
El desafío está en nuestros corazones y cerebros, para que la verdadera lucha contra la corrupción pueda tener algún significado. (ELD)
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